Este ensayo rastrea el cuidado en todas las relaciones sociales, examinando sus raíces antropológicas más determinantes. Como no puede ser de otro modo, lo aborda como categoría existencial y vitalista, que ofrece un marco amplio en el que la vida tiene sentido como amor y como donación al otro. Lo primero, tanto respecto del cuidado como del amor, es haberlo recibido de forma inesperada. Esto es lo que va construyendo humanidad interiormente en cada hombre y mujer. De este modo, Luigina Mortari tiene claro, y así lo expresa en el todo el libro, que una vida de cuidado implica tomarse la vida en serio, en uno mismo y en el otro. Este salir al paso con delicadeza y criterio en una acción responsable y libre construye seres sólidos capaces de establecer ámbitos de relación como el espacio público y sus políticas. Para llegar a ellas, como se verá, no se puede establecer una doble moral, como la técnica de los políticos pretende muchas veces hacer creer. Se comienza por la propia vida.
Si la política es la acción de construir un mundo donde todos los ciudadanos puedan vivir una buena vida, donde puedan experimentar el placer de vivir con otros en el mundo, entonces el neoliberalismo no es la política, sino su negación. Cuidar es el modo de ser en el mundo esencial de la condición humana, pero en un contexto neoliberal, cuidar, la actividad primera y esencial, requiere “esfuerzos cotidianos heroicos” porque el paradigma de acción es otro. Como salmones que van contracorriente, en un contexto político que olvida el valor primordial del cuidado, nos vemos obligados a hacer grandes esfuerzos para encontrar la energía y el tiempo para dedicarnos a lo esencial. (p. 183)