Esa cita es parte del prólogo del nuevo libro de Benjamín G. Buelta. Una sucesión de poemas y oraciones que siguen el itinerario de los Ejercicios espirituales de San Ignacio. Imágenes poderosas, actuales, profundas, que quieren ayudar a abrir una grieta en las fachadas que a menudo se nos comen demasiadas energías. Con sugerentes introducciones que van dando pistas sobre lo que es acercarse a Dios en la oración, Benjamín quiere ofrecer salmos que «ayuden a disponernos para un encuentro con Dios siempre abierto a plenitudes insospechadas». Al final, la categoría básica es la de relación. Y lo que hace el autor es ofrecer pistas para comprender lo inesperado, definitivo y apasionante de la relación con Dios en este mundo. Lo hace, sin duda, desde su propia experiencia, acompañando a innumerables personas a lo largo de una fructífera vida apostólica. Y por eso, lo que cuenta, y lo que sugiere, es tan creíble.
«A veces,
en el oasis,
arañamos la tierra
blanda,
nuestra,
conocida,
sin encontrar
agua.
A veces,
en el desierto,
sin buscarla
el agua brota
sola,
libre,
abundante,
de la roca dura.»