Es la primera vez que un Papa recomienda un libro. El mismo cardenal señaló: «Le regalé mi libro antes del cónclave. Cuando se lo di, en su edición en español, me comentó que la misericordia es el nombre de nuestro Dios. El título y el tema le impresionó mucho, eso me comentó». ¿Dónde reside la fuerza y la novedad de este libro? Para su autor, la única manera de reflexionar y por lo tanto de comunicar Dios es desde la misericordia. Lamenta el olvido que la teología ha hecho del tema y califica este olvido de decepcionante, incluso de catastrófico: «Desde el punto de vista pastoral, esto era una catástrofe. Pues a la mayoría de las personas un Dios concebido de modo tan abstracto se les antoja muy alejado de su situación personal; les parece que poco o nada tiene que ver con la situación de un mundo en el que casi a diario se suceden noticias aterradoras y a numerosas personas les embarga el miedo al futuro. Este distanciamiento entre la experiencia de la realidad y el anuncio de la fe tiene consecuencias catastróficas. Pues el mensaje de un Dios impasible es una de las razones de que a muchas personas Dios les resulte extraño y, en último término, indiferente».
«Pero es legítimo invitar a reflexionar de nuevo sobre Dios. En ese esfuerzo de reflexión, no se trata tanto de la pregunta: «¿Existe Dios?», por muy importante que sea tal interrogante. Sino más bien del Dios misericordioso, del Dios «rico en misericordia», que nos consuela a fin de que nosotros, por nuestra parte, consolemos a otros. Pues a la vista del círculo vicioso del mal solo puede haber esperanza en un nuevo comienzo si es posible confiar en un Dios tan clemente y misericordioso como omnipotente, el único capaz de obrar un nuevo comienzo y de conferirnos valentía para esperar contra toda esperanza y fuerza para intentarlo otra vez. Se trata, pues, del Dios vivo que llama a los muertos a la vida y al final enjuga todas las lágrimas y todo lo renueva».