jesse.jpg

Un par de años antes de morir, Jesse Owens –leyenda del atletismo mundial con sus cuatro oros y récords mundiales en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936– quiso dejar un último libro a modo de testamento espiritual. A pesar de una vida marcada por la miseria, la segregación racial, su éxito contra un Hitler dispuesto a demostrar al mundo la superioridad de la raza aria en sus juegos olímpicos del 36, y la falta de reconocimiento por parte de su nación, Jesse quiso destacar su fe en Dios como la clave de su vida y lo que le posibilitó sobrellevar lo insufrible.

Esta autobiografía espiritual, a pesar de que fue publicada en 1978, no había sido traducida y publicada hasta ahora en español. Se trata de una pequeña joya que no se detiene a describir los increíbles e históricos pasajes de la vida de Jesse, sino a sacar a la luz sus miedos, sus sueños y sus oraciones más profundas. Es la historia de una fe alimentada por el amor de sus padres, la relación con su esposa e hijas y por las circunstancias difíciles que le tocó vivir: la miseria, la marginación racial, el fracaso, la indiferencia de sus conciudadanos…

Cada uno de los capítulos en que divide su vida desprenden, al mismo tiempo, la crudeza de un alma atormentada por las dificultades de la vida y la ternura que se desprende de la confianza plena en la bondad de la humanidad y de un Dios providente. Desde la primera vez que rezó de niño hasta que, con sesenta y cuatro años, percibió que Dios lo había sido todo en su vida; pasando por los aprendizajes que tuvo con su primer entrenador o a través de la profunda amistad con Luz Long, su gran rival en los juegos olímpicos y compañero de confidencias desde entonces.

«Lo que importa es que, arrodillado ahí, mi alma agónica, dije lo que dije, sentí lo que sentí, con cada última gota de sangre que había en mí; y tuve la sensación de que quedaba solo una última gota de sangre en mi espíritu. En ese instante me di cuenta de algo que nunca antes había advertido. Me di cuenta de algo que, una vez te es revelado, nunca puedes olvidar, siempre está contigo. La verdadera oración no significa otra cosa que dar hasta la última gota de sangre de su alma para alcanzar a Dios.» (p. 188-189)

jesse.jpg

Editorial

Mensajero

Año de publicación

2020

Páginas

198

Te puede interesar