Daniel Faria está considerado el mejor poeta portugués de su generación. Falleció joven, con solo 28 años, siendo novicio benedictino. Sus poemas hablan de la tierra que cultivaron sus padres, de la naturaleza, del corazón humano, de nuestros deseos más hondos… En todas esas dimensiones podemos encontrar el rastro de Dios. Con un lenguaje conciso y muy bello, Faria consigue que nos adentremos en lo más profundo de cada uno de nosotros y, al mismo tiempo, que elevemos la mirada hacia lo más alto, para colmar el anhelo de todo ser humano de atisbar a Dios.
«Hombres cargados de vasijas esperando la lluvia,
parados a la espera
de un compañero posible para el diálogo interior.
Hombres orientados hacia un modo de ver,
una mirada fija como quien viene caminando al encuentro
de sí mismo.
Hombres tan poco preparados tan desprevenidos
para recibirse».
(pág. 23)