¿Hay alguna manera de vivir integrada y gozosamente la sexualidad en nuestra vida creyente? Jack Dominan nos propone en este libro «reconocer la presencia de lo divino en el encuentro sexual interpersonal». El libro aborda con claridad el encuentro sexual, sin dejar de lado temas tan candentes como la relación sexual en la adolescencia, la cohabitación, la prostitución y la pornografía, y otros que son auténticos desafíos para la Iglesia como los métodos anticonceptivos o el matrimonio del clero. Hacer el amor da claves para discernir una relación sana, constructiva y madura, y relaciona entre sí los aspectos corporales, afectivos, psicológicos y espirituales de la relación sexual. Aunque se pueda –y se deba– discrepar de algunas afirmaciones del autor, se trata de un texto para fomentar el diálogo donde tantas veces se ha hecho silencio y para celebrar la sexualidad como don y como vida.
«La sexualidad es un aspecto esencial de la personalidad humana. Dicho de otro modo, en su presencia reflejamos uno de los aspectos más definidos de la imagen de Dios en nosotros. Aunque dicha imagen se expresa en el milagro de la procreación, su vínculo más poderoso es el que tiene con el amor humano. Dos mil años de vinculación del sexo a la lujuria y el pecado han distorsionado nuestra visión de la sexualidad como reflejo de una de las más poderosas experiencias de presencia de Dios. Si lo que digo es de algún modo verdadero, entonces el cristianismo tiene la capacidad de enseñar al pueblo de Dios que en la experiencia de la atracción sexual, de lo erótico y de la relación sexual se encuentra una profunda presencia de la realidad de Dios. No estoy sugiriendo que idolatremos la sexualidad, sino que celebremos su presencia y veamos en ella la existencia de Dios. Que veamos la sexualidad como un poderoso componente del amor, que es la esencia de Dios. En mi opinión, uno de los mayores empobrecimientos del cristianismo es que conectemos a Dios con el amor a cada paso, pero no reconozcamos las ocasiones en que experimentamos el amor sexual como momentos establecidos por Dios. Pensemos cuánto contribuiría a la evangelización, particularmente de los jóvenes, la conexión de la atracción sexual, los sentimientos eróticos y la relación sexual con la presencia de Dios» (págs 203-204)