Pedro Miguel Lamet ha escrito, a lo largo de los años, interesantes relatos históricos sobre personajes vinculados a la Compañía de Jesús. Por citar tan solo dos de los más celebrados, sus biografías de San Pedro Claver o de Pedro Arrupe. Ahora se lanza, en su última novela, a recrear un episodio dramático para los jesuitas, como fue su expulsión de Portugal, España y Francia, y la supresión de la orden en 1773. Lo que hace Lamet es crear un personaje, Mateo Fonseca, al que convierte en testigo privilegiado de todo el proceso. Lo que consigue es hacer que el lector descubra la complejidad de un hecho que sacudió a la Iglesia del siglo XVIII. Las intrigas y conspiraciones, la forma de ejecutar el plan. También permite intuir el infierno al que se vieron abocados aquellos jesuitas errantes, expulsados de un país a otro, fieles en las condiciones más adversas. Una historia de conspiraciones y condenas, de odio y grandeza, que puede ser una buena lectura en los meses de descanso que para muchos comienzan.
«Carlos III había arrojado a aquellas playas a la orden española más numerosa y brillante, fundada por un vasco genial con intelectuales, profesores, muchos de ellos religiosos intachables, como lo prueba que en circunstancias tan extremas solo una minoría abandonara la Compañía. Por las órdenes que llegaban de Madrid y la obsesión de que los vigiláramos de cerca, se veía que Roda y Campomanes les seguían teniendo miedo y sobrevaloraban su poder, a pesar de que no habían hecho durante el extrañamiento el menor gesto de rebelión. Revolvían sus sótanos y bibliotecas en busca de un oro que no encontraban y aún imaginaban en arcones y baúles camino de algún puerto. La leyenda había llegado hasta aquí, pues los lugareños escrutaban el equipaje de los jesuitas en busca de doblones de oro» (p. 341)