Sánchez Monge, en su libro, confronta esa capacidad de lograr un ser humano sin límites gracias a la informática y nanotecnología, así como a la biología, genética y medicina en general, con esa peligrosa meta de transformar Homo Sapiens en Homo Deus, como ha vaticinado Yuval N. Harari al entender que estamos dedicados a ascender a los humanos a la categoría de dioses. Acierta S. Monge, a mi modo de ver, al establecer que «el transhumanismo no es solamente una ideología tecnocientífica sino una fe de sustitución respecto a las tradiciones espirituales de la humanidad».
«La teología se debe ocupar de estos temas porque, en primer lugar, debe estar atenta a la realidad en que vivimos y responder a las inquietudes y problemas de nuestro tiempo. En segundo lugar, la teología ha de tener en cuenta el creciente interés por las nuevas tecnologías y el impacto que producen, de tal manera que ya han llegado a introducirse en el imaginario social sobre todo de las nuevas generaciones. Y finalmente porque está en juego la compresión misma del ser humano».