Y es que vivir en democracia, nos recuerda Victoria Camps, no es solo reclamar y disfrutar de unos derechos [el derecho a la libertad y a unos servicios o bienestar que la sociedad y las instituciones tienen que garantizarme por el hecho de pagar impuestos] sino también tomar conciencia de unos deberes y unos valores, por los que todos debemos luchar y en los que todos debemos comprometernos. El libro es un instrumento valiosísimo para todo tipo de personas que nos movemos en el ámbito de la educación, pastoral, catequesis o evangelización, porque alumbra no pocas pistas en la difícil cuestión de cómo educar a auténticos ciudadanos que se sientan implicados en los problemas y objetivos que persigue toda sociedad democrática. Y como bien dice la autora, esta preocupación moral, es una de las cuestiones más importantes que toca a la religión.
“Desde la modernidad el individuo se define como un ser libre e independiente para escoger su vida como más le plazca, siempre que en tal elección respete y permita al mismo tiempo la libertad de los demás. Ahora bien, la condición de individuo libre no lo califica todavía como un buen ciudadano. Para serlo, conviene que haga suyos los valores y fines constitucionales y democráticos, que esté dispuesto incluso a cooperar para que esos valores y fines se mantengan […] La ciudadanía así entendida es una de las asignaturas pendientes de las democracias actuales”.