En medio del ajetreo cotidiano, de los mil quehaceres de cada día, a veces nos queda poco tiempo para entrar en nuestro interior. Este libro trata precisamente de eso. A través de sucesivos viajes al desierto el protagonista, Pavel, consigue llegar a ese lugar donde uno queda despojado de todo lo superfluo y se encuentra a sí mismo. El desierto es esa metáfora a través de la cual el autor nos habla de nuestra sed de silencio, de contemplación y, sobre todo, de autenticidad.
«Lejos de todo, en Beni Abbès percibí la ridiculez e insignificancia de los afanes en que tanto me había debatido en otros tiempos. Por fin comprendía que se nace para vivir, para nada más. Que vivir es la principal tarea y que, para llevarla a cabo, no es preciso desarrollar ninguna actividad en particular. El desierto me estaba haciendo descubrir que no hay excelencia alguna en la conquista –sea cual sea–, que la excelencia –si cabe hablar de ella– está en la misma vida, y que vivir consiste simplemente en descubrir lo elemental.» (pág. 107).