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 Descubrir a Etty Hillesum, para aquellos que aún no lo hayan hecho, es una verdadera sorpresa. Una mujer inquieta, profunda, buscadora de Dios en medio del infierno, y capaz de transmitir alegría auténtica en ese contexto. Su diario espiritual es buena prueba de ello.

Hace años ya recomendamos un librito de Paul Lebeau sobre Etty, y sus cartas. Junto con las cartas, este Diario es lo que queda de sus escritos, redactados en su mayor parte durante los primeros años de la segunda Guerra Mundial, desde un campo de prisioneros. Asistimos a la búsqueda espiritual de una mujer que aprenderá a reconocer a Dios con vitalidad, entusiasmo y esperanza. Sin perder la pasión ni siquiera en un contexto donde la rendición hubiera sido legítima. Sus palabras, descubiertas décadas después de su muerte – fue asesinada en Auschwitz por la maquinaria nazi- han abierto la puerta al conocomiento de una mujer fascinante. 

 «El robo más grande contra nosotros lo cometemos nosotros mismos. La vida me parece bonita y me siento libre. El cielo se extiende ampliamente tanto dentro de mí como sobre mí. Creo en dios  y creo en la gente y me atrevo a decirlo sin ninguna vergüenza. La vida es dura, pero eso no es grave. Hay que empezar a tomarse en serio a sí mismo, y lo demás viene por sí solo. Y lo de “trabajar por uno mismo” realmente no es un individualismo enfermizo. La paz sólo puede convertirse en una paz real más adelante, cuando cada individuo la encuentre en sí mismo, extermine y venza el odio hacia los demás, da igual de qué raza o pueblo, y lo transforme en algo que ya no sea odio, sino tal vez incluso amor. Pero probablemente eso sea exigir demasiado. Y aun así es la única solución.»  (107)

 

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Editorial

Anthropos

Año de publicación

2007

Páginas

205

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