Cada historia es distinta aunque tenga el mismo contenido. Aquí tienes una, en este libro. Muchos han vivido la enfermedad del cáncer y probablemente cada uno tenga su propia experiencia. Pero hay temas que todos los que han pasado por este trance han sufrido. Cuando te dan la noticia de que la padeces, cuando tienes que levantarte cada día para ir a un tratamiento de quimioterapia que dicen que te cura pero parece que te mata, cuando compartes cada día tu sufrimiento y tu miedo a la muerte con aquellos con los que caminas. Con elegancia, Beatrice Gatteschi, va narrando en sus sencillas cartas cómo ha afrontado el cáncer. Merece la pena leerlas, tanto si lo has vivido en tu propia carne como si te ha tocado acompañar a alguien.
No quiere contarlas al aire, sino que escoge a su párroco, Roberto Maier, para que le haga de interlocutor. Ella va narrando, él va escuchando. Y con palabras, a veces torpes, intenta responder desde su lugar a quién padece. Van hablando de la enfermedad, de la vida, de la fe, de Dios y de los amigos. Se tratan todos muchos temas en primera persona. Lo es esconde es la historia de una mujer que ha vivido el sufrimiento en primera persona y un sacerdote que se atreve a poner en sintonía la fe y la vida, la muerte y Dios.
“Vuelvo a ser amiga de mi cuerpo, y la cicatriz, que me cruza el pecho hasta la axila, es una marca que me recuerda todos los días, como la arruga de una sonrisa, que ahora vivo un tiempo nuevo, en el que ya no habito mi cuerpo como dueña, sino como vulnerada y fiel compañera. Mi cicatriz cose al mismo tiempo los bordes del cuerpo herido, del alma libre y de la experiencia de la vida en una trama en la que las pequeñas dificultades, las que tanto me angustiaban antes, se quedan atrapadas y ya no logran secuestrarme el corazón” (p. 34).