Los demonios han tomado nota de sus fracasos tras siglos tentando a los hombres. Ya han aprendido que a veces es mejor no ir de frente, que la mentira es fácilmente descubierta y que las medias verdades pueden ser su mejor arma. A veces, simplemente, lo mejor es sembrar la duda y esperar que a que germine.
Saben bien que es mejor tentar con los simples pecadillos del día a día. A fin de cuentas, a la mayoría de nosotros jamás se nos va a ocurrir matar a nadie, pero si no estamos atentos es posible que nos olvidemos de las personas que tenemos alrededor. Los demonios ya se encargarán de ello. Nos conocen, saben cómo funcionamos, y saben que es posible que nos preocupemos por todo menos por lo realmente importante.
Estas cartas, aunque ficticias, son sorprendentemente reales. Leerlas es una oportunidad de adentrarnos en terreno enemigo, de ser espías en el bando contrario y poder descubrir los trucos, los engaños, que nos conducen por el camino equivocado, para que así podamos nosotros seguir la dirección opuesta.
«Tu principal misión será la misma. Déjale empezar por considerar el patriotismo o el pacifismo como parte de su religión. Después déjale, bajo el influjo de un espíritu partidista, llegar a considerarlo la parte más importante. Luego, suave y gradualmente, guíale hasta la fase en la que la religión se convierte en meramente parte de la ‘Causa’, en la que el cristianismo se valora primordialmente a causa de las excelentes razones a favor del esfuerzo bélico inglés o del pacifismo que puede suministrar. […] Una vez que hayas hecho del mundo un fin, y de la fe un medio, ya casi has vencido a tu hombre».