La tecnología hace avances fabulosos. No hay día que no nos sorprendamos por un nuevo invento, la cura de una enfermedad o por las características del último gadget sacado al mercado. El cambio es una constante en nuestra sociedad y, en general, nos gusta. El problema viene cuando nuestras estructuras organizativas están pensadas para un mundo en el que no se vivían estos cambios tan acelerados. Cuando la tecnología –que se puede usar para muchas cosas buenas, pero también para otras mucho más discutibles– va por delante de la ley o de la ética. Cuando los políticos no saben de ciencia o no le dan importancia adecuada. Cuando los tiempos utilizados son tan lentos que cuando quieren dar una palabra sobre una tecnología esta ya es obsoleta.
Este vídeo no es real. Aún. Pero pronto puede serlo. Hoy en día se invierten miles de millones de dólares en investigación sobre armamento aplicando la tecnología. Es probable que llegue un momento en el que nos llevemos las manos a la cabeza porque el vídeo se haga realidad. Un mundo en el que habrá robots que podrían matar a personas simplemente por haber usado un hashtag o –ya puestos– por ser negros, judíos, cristianos o seguidores del Barça… Todas estas tecnologías ya están desarrolladas, simplemente hace falta juntarlas.
Como sociedad debemos buscar una forma justa de enfrentarnos a los nuevos desafíos que presenta un mundo global en cambio constante. Legislar sobre privacidad, sobre inteligencia artificial, minería de datos… y ser capaces de adaptarnos proactivamente a lo que venga. Porque esto no es el futuro, es ya una realidad.