La palabra “sinodalidad” ocupa un gran protagonismo en la mayoría de los ámbitos eclesiásticos actuales. Y menos mal, porque a la Iglesia le hacía mucha falta volver a caminar de otra manera, todos juntos, como en el cristianismo primitivo.
En julio se hizo público el Instrumentum Laboris que guiará la segunda sesión del Sínodo de los Obispos que tendrá lugar del 2 al 27 de octubre. Parece que el final de este complejo y prolongado proceso se acerca; un proceso indudablemente fructífero en el que han intervenido- directa o indirectamente- teólogos, laicos, congregaciones y órdenes religiosas, diócesis, movimientos eclesiásticos, personas marginadas…
Me pregunto si habrán intervenido las abuelas. Yo creo que si alguien sabe de sinodalidad (aunque quizá no sepan ni siquiera lo que significa esa palabreja) son las abuelas. Las abuelas son sinodales por naturaleza. Mucho antes de que esta palabra circulara por todos los documentos eclesiásticos, las abuelas ya hacían siempre lentejas de más por si en el último momento venía a comer alguien que no tenía dónde ir. “En esta casa caben todos”, sentencia siempre la abuela de mi amiga Lucía. La mía, desde luego, es experta en eso de escuchar a todos de corazón y dejarse transformar. Los círculos de escucha los inventó ella tratando de poner de acuerdo a toda la familia para cuadrar una fecha para vernos. ¡La de malabares que hace para que estemos todos unidos a pesar de las diferencias! Lo de evangelizar le sale solo y además en el sentido más literal de la expresión: siempre lleva un Evangelio en el bolso por si se encuentra a alguna persona a la que le pueda venir bien leerlo. ¡Eso sí que es ir a las periferias! Eso sí: a mi abuela no se le ocurre plantearse si a la mujer se le ha de dar o no más peso porque la mera especulación le haría sentirse ridícula: “¡pero si mi marido no sabe ni cómo se hace un sándwich; no podría vivir sin mí!”
Espero ansiosa y esperanzada las conclusiones del Sínodo y, más aún, su puesta en práctica. Pero mientras tanto, voy a ir aprendiendo a ser sinodal al estilo de mi abuela.