Prácticamente desde que comenzó su pontificado comenzaron a circular por las redes sociales escritos falsamente atribuidos al Papa Francisco, así como comentarios oportunistas que, o bien tergiversaban sus palabras según los intereses del autor, o las ampliaban y estiraban en busca de repercusiones.

Después de su muerte, este hecho se ha amplificado si cabe. Abundan las alabanzas y comentarios en los que las personas parecen afirmar «Francisco pensaba como yo». Por no hablar de algo tan común como de mal gusto, como es el hablar de lo que el difunto pensaba pero no dijo, o quiso hacer y no pudo.

Es cierto que el papado de Francisco no ha sido fácil en muchos sentidos. Puesto que, su enorme libertad le hacía decir cosas y realizar gestos tan sencillos como difíciles de entender y fáciles de tergiversar.

Pero, precisamente en honor de la memoria de Francisco, creo que es momento de que los creyentes profundicemos sobre lo que dijo e hizo (y no tanto sobre otros temas), tratando de discernir lo que Dios quiere comunicar con ello a nuestra vida de cristianos del siglo XXI. Lo que hagan otras personas con su legado, especialmente los no creyentes, no es tanto de nuestra incumbencia.

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