Karl Rahner (1904-1984) es para muchos el mayor teólogo católico del siglo XX y a la vez el más «espiritual», es decir, el que mejor une teología y vida según el Espíritu. Junto a otros varios es uno de los padres del Vaticano II por la influencia que sus escritos tuvieron en aquel acontecimiento eclesial. Cierto que no siempre es fácil su lectura, pero cuando se logra entrar en ella es como un auténtico manantial. Muchos le estamos cordialmente agradecidos como a un padre de nuestra fe.
Nacido en Freiburg (Alemania) de una familia católica de clase media, Karl Rahner entró en el noviciado de los jesuitas al terminar el bachillerato, a los 18 años. Dadas sus brillantes dotes intelectuales los superiores le orientaron hacia la especialización en Filosofía, primero, y más tarde en Teología de la que fue profesor, escritor infatigable y conferenciante durante toda su vida. Una vida no siempre fácil pues tuvo que pasar por muchas incomprensiones y sospechas infundadas, incluso en el interior de la Iglesia.
Nos detenemos únicamente en uno de sus artículos en el que propone los «tres acentos que habrá de tener una espiritualidad cristiana para hoy»:
1º Una relación personal e inmediata con Dios. Escribe Rahner: «La nota primera y más importante que ha de caracterizar a la espiritualidad del futuro es la relación personal e inmediata con Dios. Esta afirmación puede parecer una perogrullada, sin embargo, actualmente está muy lejos de ser algo que cae de su peso».
«Cabría decir que el cristiano del futuro o será un ‘místico’, es decir, una persona que ha ‘experimentado’ algo o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión personales».0
«Para tener el valor de mantener una relación inmediata con Dios, y también para tener el valor de aceptar esa manifestación silenciosa de Dios como el verdadero misterio de la propia existencia, se necesita evidentemente algo más que una toma de posición racional ante el problema teórico de Dios, y algo más que una aceptación puramente doctrinal de la doctrina cristiana».
2º La vida temporal y el servicio al mundo como espiritualidad. Lo anterior es uno de los acentos de esa espiritualidad deseada, pero no el único. Existe hoy un cierto peligro de citarlo una y otra vez sin referirse a los otros dos, lo cual podría alentar una espiritualidad desencarnada. Por eso dice Rahner: «La espiritualidad y la vida normal cristiana hoy se ligan, se compenetran, se promueven recíprocamente. Nadie puede vivir hoy, como en tiempos pasados, en un paraíso de espiritualidad inmune al mundo, y tampoco puede componerse con este mundo concreto sin ser cristiano radical… Quien ejercita las virtudes del mundo y se deja educar por él en la alegría, en la audacia, en la fidelidad al deber y en el amor, vive ya en parte, una auténtica espiritualidad, y esas virtudes mundanas le revelarán un buen día el más profundo misterio, que es Dios mismo».
3º Una nueva ascética de la libertad. «La ascética activa tenía antes el carácter de lo adicional y extraordinario. Hoy tiene más bien el carácter de la libertad responsable ante el deber… Quien esté abierto al futuro absoluto de Dios será capaz de superar la apetencia sin límites de llenar su vida con el mayor goce posible para en último término destruirse a sí mismo por su inmoderación… Este aspecto de la vida espiritual es lo que denominamos ascética en sentido amplio».
He ahí los tres acentos de la espiritualidad que, según Karl Rahner, estamos llamados a vivir hoy. Tres acentos juntos y que se alimentan mutuamente.