Es tan sugerente la idea de un apagón masivo como el que hemos sufrido que lo difícil es verlo como un simple contratiempo técnico felizmente superado en vez de una poderosa enseñanza moral para nuestra sociedad hipersofisticada.
Lo que ha dejado al descubierto la incidencia energética es la vulnerabilidad de nuestro modo de vida, bastante más dependiente de lo que imaginábamos hasta la mañana de este lunes.
La gran enseñanza es que somos más frágiles de los que nos creemos y que, en tales circunstancias sobrevenidas, la unión, la fraternidad es la única tabla de salvación a la que aferrarse.
No somos Dios por mucho que nos lo creamos. Su palabra performativa dio origen a la luz en el relato del Génesis , pero estamos lejos de esa omnipotencia. No podemos hacer que se cumpla lo que enunciamos: no somos creadores de nada, tan solo criaturas necesitadas de que venga la luz.