Nuestro hermano Gustavo Gutiérrez ha partido a la casa del Padre. Su obra y el camino que nos ha ayudado a hacer, nos acompañarán siempre. Nació en 1928 en Lima y ya como sacerdote publicó su libro más emblemático: Teología de la Liberación: Perspectivas en 1971. Con este texto recogió la profunda experiencia y reflexión que la Iglesia latinoamericana vivió al asumir la renovación que el Concilio trajo, y que llevó a pensar y vivir la fe desde los pobres y excluidos.
¿Cómo hablar de Dios desde la experiencia del pobre? Fue la pregunta que movilizó su vida y sus búsquedas. Escudriñando caminos y urdiendo reflexiones desde lo más real de nuestra América, comenzó un movimiento que liberó a la teología de cargas y entramados, poniéndola al servicio de la esperanza de un pueblo sediento de Dios, justicia y esperanza.
Gracias a su profundidad y altura intelectual, como buen dominico, recordó a toda la Iglesia que la búsqueda de Dios, especialmente en la teología, está vacía si no implica la vida real y concreta. Es necesario beber del propio pozo, como señala en su obra del mismo nombre. No podemos conocer a Dios sin comprometernos con nuestras aguas, en todas sus dimensiones y calidades, y abriéndonos a la vida y los dolores de quienes más sufren.
¡Gracias hermano Gustavo por ayudarnos a escuchar el canto de los pobres!