Todos estamos en mayor o menor medida familiarizados con una terminología de ordenadores. Manejamos una serie de términos, que nos resultan cotidianos y, por ejemplo, llamamos a los archivos por el tipo que son. Decimos que vamos a escribir un doc, que me ha llegado un powerpoint, que vamos a mandar un texto en PDF, o escuchar música en mp3.

Cada uno de esos archivos contiene información que nos es útil, unos datos que necesitamos interpretar correctamente para poder leer el texto, ver la imagen o escuchar la canción que queremos. Pero además contienen otra información adicional. Todos los archivos incluyen datos que indican el tipo, cuánto ocupa o la fecha en que se creó, e información necesaria para poder leerlo.

Toda esta información sobre el archivo, que forma parte de él, pero que en principio no es su objeto, se llama metadatos. Son datos que describen otros datos, y a veces parte del objeto del documento. Los metadatos nos dan la clave para entender el archivo completo. Desde saber el programa con el que abrirlo hasta el modo de interpretarlo correctamente. Por ejemplo, si es una fotografía los metadatos indican sus dimensiones y colores, o si es una canción la velocidad a la que se reproduce o si fue grabada en estéreo.

Del mismo modo ocurre con la Historia, formada por muchas historias, y entre ellas la nuestra, la de cada uno de nosotros. Como una frase en un texto, un instrumento en una canción o un personaje en una película. Estás ahí, y el mundo sería diferente sin ti. Somos parte de este todo, y se nos entiende desde la misma clave de interpretación, igual que cada archivo tiene su programa apropiado.

Necesitamos entonces una metahistoria que nos diga cómo entender nuestra historia (y la Historia). Los cristianos reconocemos esa clave de lectura en la vida de Jesús de Nazaret, contada en los evangelios. Aunque siempre quedará una parte de misterio, sólo desde ahí podemos interpretar correctamente nuestra vida. Mirarme como Dios me mira es un aprendizaje, que requiere ir experimentando y contrastando.

En un ordenador podemos intentar abrir archivos de un tipo con programas que no les corresponden, y en alguna ocasión seremos capaces de extraer parte de la información, pero no sacaremos todo el provecho posible, habrá cosas que se nos queden fuera, en muchos casos relevantes y en otros perdiendo los detalles que lo hace genuino. Sólo hay un modo de vernos tal y como somos.

Jesús muestra el modo en que Dios nos mira. Solo mirando nuestra vida con sus ojos, como la mira Él, podremos vernos con honestidad, distinguiendo con claridad cualidades que no valorábamos en su justa medida. Es el modo de encajar los límites y defectos, aceptándolos y trabajando por superarlos, y de agradecer y potenciar las virtudes que vamos descubriendo.

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