Parecía que no. Parecía imposible. De hecho, muchos creemos que es todo un sueño. Pero ya no volveremos a gritar «Vamos, Rafa»: don Rafael Nadal Parera, la leyenda de nuestro deporte, ha dicho adiós definitivamente. Y con su adiós llora el tenis, pero son lágrimas de orgullo y de felicidad. Tras más de 20 años de carrera profesional, nos ha enseñado a todos que, en esta vida, pase lo que pase, siempre hay que gritar «vamos». Porque Rafa Nadal es más que un deportista. Es un estilo de vida.
Mi padre me decía siempre que uno se despide a la manera en la que ha vivido. Tan solo hay que echar un vistazo a cualquier medio de comunicación o redes sociales en estos días para darnos cuenta de que esto trasciende a una mera retirada deportiva. Porque hoy, más que nunca, valoramos la indecible labor de un profesional que ha sabido llegar a la cima del mundo con la humildad y el trabajo silencioso por bandera. Ni una sola mala palabra. Ni un solo desplante. Elogiado y alabado por todas y cada una de sus némesis deportivas. Y esto vale casi tanto o más que sus 22 títulos de Grand Slam. Rafa nos ha enseñado a ser el mejor siendo el mejor.
En un momento social en el que parece que quien hace más ruido es quien lleva la razón, hoy reconocemos el increíble mérito de ser una buena persona. De ser un hombre sencillo. Trabajo, corazón y toneladas de humildad. Este es el camino donde todos podemos reconocer la verdadera humanidad: una vida entregada a un ideal sin pasar por encima de nadie. Queriendo a todos. Respetando a todos. Sabiendo ganar. Sabiendo perder. Haciendo soñar. Haciendo vibrar. Uniendo a todo un país.
Es verdad, hoy llora el tenis, pero sonríe la Historia. Porque hemos visto que merece la pena luchar hasta el final sin renunciar a la caridad. Con Rafa hemos ganado todos, porque celebramos el triunfo de un hombre bueno.