La mayoría de personas tenemos algún sitio al que queremos volver. Nuestros lugares de ensueño, llenos de memorias y vida. Puede ser una playa, una buena vista, el pueblo de tus abuelos o un cielo estrellado. Sitios con tanto encanto y que nos evocan tantas cosas que nuestra memoria no puede evitar regresar a ellos durante el año, por mucho que el calendario nos impida escaparnos. Escenarios donde los protagonistas somos nosotros y donde están grabados capítulos memorables de nuestra vida y que forman parte de nuestras raíces más profundas.
Cuando llegan las vacaciones, muchos nos reencontramos con esos rincones de nuestra historia. En ellos podemos dormir, estar con los nuestros, hacer deporte, leer, jugar, rezar, salir de fiesta… Verbos que apuntan a una parte de nuestra vida tan necesaria como irrenunciable y que muchas veces olvidamos y no les damos la importancia que tienen. Acciones que nos recuerdan que es necesario frenar un poco para sacar nuestra mejor versión. Momentos que invitan a conversar, querer, agradecer, pensar, imaginar, cuestionarnos e incluso a soñar, porque Dios también trabaja en medio de nuestro descanso.
El verano, para muchos significa tiempo de vacaciones, ojalá podamos apreciar este tiempo como una oportunidad para hacer de nuestra vida algo más pleno, más humano. Y también para recordar que estos lugares son importantes porque un día Dios quiso hablarnos en lo profundo y hacer de estos espacios el escenario de grandes historias. ¿Cuáles son tus lugares? ¿Y cuáles son tus historias?