Reír es un síntoma de buena salud emocional. Supone una inyección de alegría y de optimismo. Nos permite sortear las trampas de la amargura. Contribuye a relativizar los problemas. Es una terapia natural asequible a todo el mundo, sin necesidad de prescripción médica.
El humor espolea la risa. Ejercita la inteligencia y el aplomo. Resalta la cara más cómica de la realidad. Quita hierro a situaciones complejas. Bromear teje complicidades y consolida las relaciones. Reír juntos robustece los vínculos. Todo discurre en un clima distendido, pero respetuoso.
En cambio, la burla es una versión sutil de la agresividad. Refuerza el sentimiento de superioridad al ridiculizar al otro. Se ataca su autoestima para desposeerle de su dignidad.
Se exponen groseramente sus defectos y deficiencias. La exageración distorsiona los hechos. Se pierde la objetividad al imponer un relato grotesco difícil de contraargumentar. El objetivo es caricaturizar al otro para despersonalizarlo y convertirlo en el hazmerreír de un colectivo. Es una forma de violencia simbólica que legitima la injusticia normalizándola.
Por eso, la burla es un ingrediente fundamental de las relaciones asimétricas: el mobbing, el bullying, la dependencia tóxica y en cualquier abuso de poder.
Sin embargo, también puede ser un recurso subversivo en manos de los que sufren algún tipo de opresión. A falta de otras armas, esgrimen el sarcasmo y la sátira para denunciar situaciones injustas. Es una válvula de escape que hace más llevadera la tensión social.
No obstante, bajo la apariencia de la crítica puede subyacer un engaño sofisticado. En procesos de victimización, el agresor se disfraza de agredido y se convierte en un despiadado verdugo. Tacha de impío a quien, en realidad, es el blanco de diatribas injustas o, como mínimo, desmedidas. Y, al sentirse atacado de manera arbitraria, puede reaccionar con una violencia que le puede deslegitimar. Todo parece orquestado a propósito.
La burla suele encubrir malicia y la presenta como una muestra simpática de ingenio. Ahora bien, con el humor, reímos todos. Con la burla, unos ríen a costa de la humillación de otros.