Estamos muy tontos. Todos. Nos dedicamos a discutir si fue un encuentro bilateral o un tropezón en el pasillo. Si fueron 50 segundos, o 18. Si Biden puso cara de póker o de mus. Si da tiempo a hablar de tantos temas mientras se atraviesan tan pocas baldosas. Nos dejamos entrampar en la política propaganda, y como siempre, jugamos a estar a favor o en contra en función de nuestra simpatía o antipatía por míster presidente, que una vez más nos lleva a su molino. Porque el problema siguen siendo los temas de los que no se habla. O en los que hemos dejado de pintar ni un solo trazo. Por poner solo uno, el tema de Marruecos, el Sahara, y las migraciones… De eso habría que hablar con las autoridades norteamericanas. Pero, ciertamente, no mientras se roban fotos para el Instagram oficial. Es tan agotador este circo en el que estamos metidos…
Antes, una cumbre era un espacio para dialogar y pactar, para plantear temas con agenda y objetivos concretos. Cabía la posibilidad de fracasar, pero al menos se había intentado. Ahora parece que cambiamos las cimas por pozos de morralla. Quizás siga habiendo ese tipo de cumbres, pero nosotros no las subimos. De hecho, no pasamos de porteadores de campamento base.
Y mientras, una vez más, los temas más urgentes sin afrontar. Ni los externos, en cumbres, ni los internos, en nuestras calles. Las víctimas de nuestro mundo, sin voz. Las grandes cuestiones de la agenda, discutidas en foros en los que ya no pintamos nada. Los impuestos, esos sí que van escalando picos cada vez más altos. De la luz, no hablamos. Los jóvenes, sin trabajo. La corrupción, endémica. Los cargos a dedo, multiplicados. La clase media, cada vez más esquilmada. Las fronteras, cerradas. El populismo, utilizado para conseguir polarizarnos.
Quizás sea hora de descubrir nuestra pobreza. En el juego de tronos actual, somos tan solo figurantes. No pintamos nada. Y es un aprendizaje interesante. No viene mal un poco de humildad. Pero que no nos quieran hacer creer que somos los reyes del mambo, cuando somos tan solo bufones desterrados del paraíso. Ya podemos quitarnos el traje de imitación de alta costura que compramos en black Friday, y ponernos el mono de faena, para sudarlo mientras nos esforzamos un poco más.