EEUU acaba de utilizar en Afganistán su arma no nuclear más potente. Una bomba de varias toneladas capaz de acabar con gran cantidad enemigos y estructuras militares, por supuesto sin radiación. Según fuentes oficiales no es oportunismo ni exhibicionismo militar, es la herramienta adecuada para el momento oportuno que evitará otras tantas muertes inocentes. Sería ingenuo pensar que las guerras se combaten con claveles y pancartas o que el ISIS es capaz de crear espacios de diálogo y reconciliación entre civilizaciones. De la misma manera sería inocente creer que todos los recursos militares son utilizados para salvaguardar la paz y proteger a los más débiles.

El lenguaje nos traiciona y confundimos la madre de todas las bombas con un hito tecnológico, refugios con guaridas y túneles, paz con guerra preventiva, refugiados con números, objetivos militares con daños colaterales y armas con vidas. Conviene matizar que la paz y la guerra no forman parte de otro juego más de la Play Station 4. Que cada persona que muere o cada gota de sangre vertida es una baja militar, pero también un hermano, una dignidad arrebatada y una conciencia llamada a hacer el bien, por equivocado que pueda estar. 

Resulta curioso que este acontecimiento se produzca estos días, cuando se cumple el 80º aniversario del Guernica. La genialidad de Picasso que nos recuerda la madre de todas las verdades: la violencia es la peor versión del ser humano. La guerra -tan antigua como actual-, sea considerada legítima o ilegítima, sigue siendo el fracaso más evidente del hombre y la muestra de que para muchos el infierno es una realidad más que cotidiana. Cada lágrima derramada, cada bala disparada o cada bomba estallada, por necesarias que puedan parecer, nos alejan un poco más del sueño de Dios para el mundo, porque la gloria de Dios es que el hombre viva.

 

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