A veces nos cae un poco lejos el mensaje de la Pascua. La resurrección, la nueva vida… nos hablan de un futuro que no conocemos y que acaba cayendo en la lista de cosas que dejo para otro día. Es importante, pero no es urgente.
Por eso es muy importante que andemos con los sentidos abiertos a descubrir en el aquí y ahora, en la realidad real, esa vida que se va abriendo paso de manera sutil, callada, quizás lejos de nosotros pero que nos toca ciertamente. Una noticia que estos días nos puede ayudar a acercarnos a esta vida que se abre paso puede ser la primera vacunación a gran escala contra la malaria. Probablemente tú que estás leyendo esto no has padecido malaria, no es un problema de tu pequeño mundo, así que no sabes en qué te ayuda, aunque te alegres, por supuesto.
Pero es que la Resurrección no va de lo que tú disfrutas. Si no de la Vida que se regala a todos. Y por eso es motivo de alegría saber que millones de personas (aunque quizás tú no seas una de ellas) tienen hoy más esperanza de vida. Más posibilidades de aportar a un mundo en el que, aunque creamos lo contrario, la vida siempre se abre paso, de un modo u otro. Y es motivo de alegría todo el trabajo entregado por muchas personas hasta llegar a este avance médico.
Ciertamente esta vacuna está lejos de ser la solución al problema. Su efectividad es limitada y todavía queda un largo recorrido de investigación para ir dando pasos hacia la erradicación de la malaria. Algo que hoy quizás vemos lejano, casi imposible, pero que tenemos la esperanza de que un día llegue.
De esto va el mensaje pascual, en definitiva. Nos habla de una promesa lejana, de un futuro remoto. Pero que llegará. No de un modo repentino y espectacular. Sino a base de trabajo, de hacer camino poco a poco, con errores y recalculando ruta… pero sin dejar de creer en que todo ese esfuerzo tendrá su resultado.
Hasta llegar a esta vacunación masiva han transcurrido más de 30 años de investigaciones. Miles de horas y cientos de personas implicadas en un solo objetivo: que la vida tenga una oportunidad más para millones de personas. Cada uno ha ido aportando su conocimiento, intuiciones, trabajo. Nada de lo invertido se ha perdido. Incluso los resultados fallidos han sumado para llegar hasta este momento. Y cuando han llegado aquí, no han parado. Reconocen que su camino no ha acabado, que tienen que seguir trabajando, esforzándose para alcanzar un resultado completo. Que no saben cuando llegará, pero que están seguros en la esperanza de que lo hará.
Un genuino camino pascual, como el de aquellos discípulos que contemplaron la resurrección y supieron que sólo estaban al inicio de un camino que no sabían adónde les conduciría, pero que sabían que tenían que recorrer si querían alcanzar la plenitud de la vida.