Menú de verano
Que no se trata de la 'rubia de verano' (gaseosa y vino tinto), ni de la paella playera o el bocata del turista. Llega el tiempo de verano, cuando cambia la actividad, cuando las ciudades se vacían un poco y se llenan las costas. Cuando las vacaciones (al menos ahora son en España) imponen un ritmo más tranquilo. También este tiempo puede tener sus acentos en la relación con Dios y los otros. Ofrecemos en nuestra 'carta' una degustación muy interesante.

«Venid a mí los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11, 18)
De primero, descanso
Pues sí, parece que uno termina junio, y el curso, un poco acelerado. Por los exámenes, por el desgaste del curso, porque los meses de trabajo han ido siendo intensos… y por eso hace falta descansar un poco. Dormir más, vivir un poco más despacio, mirar el reloj menos a menudo, prescindir de agendas. Cada quién sabemos qué es lo que nos descansa (hay maratones turísticos que para uno son muy relajantes y a otro le resultarían inaguantables, por ejemplo).
Pero, sea lo que sea, no descansar 'de' Dios, sino 'con' Dios. Dejarle que «venga conmigo», ser consciente de su presencia en mi vida, también en este tiempo de reposo.
¿Siento que Dios es parte de mi descanso, de mi verano, o se queda como presencia sólo en mis rutinas?
Parar
No poner precio al tiempo.
Sentarse a la sombra,
que la semilla sembrada igual crece.
Ir de paseo sin mapa.
Perder los minutos
sin querer recuperarlos.
Reír con ganas.
Llorar sin amargor.
Cantar sin eco.
Orar sin convenio,
con deseo.
Charlotear,
o hablar de dentro
Cuidar la imaginación
y recorrer en ella el mundo.
Recostarse, y aquietar
para alzarse nuevo.
José M. R. Olaizola

«María, por su parte, escuchaba todas estas cosas y las guardaba en su corazón» (Lc 2, 19)
De segundo, calidad
Es tiempo de hacer muchas cosas que siempre apetecen, pero para las que nunca parezco encontrar el momento adecuado: leer alguna buena novela, ver alguna película pendiente, escribir a gente querida, hablar con los míos un poco más despacio… Si las vacaciones son largas, tal vez asomarme a espacios, realidades, gentes que normalmente no forman parte de mi vida… Es tiempo para recorrer espacios distintos.
También es tiempo para un poquito de calidad en la relación con Dios (porque si no, a veces parece que Dios cae en la parte del 'trabajo' o la 'obligación', cuando resulta que puede ser fuente de encuentro y plenitud). Por eso este verano puede ser un tiempo para intentar conocerle más (leer sobre él, pensar, rezar algún rato, tratar de releer su presencia en mi vida).
¿En qué medida puedo cuidar la relación con Dios este verano?
Los pies
Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no saben a dónde llegan.
Alaíde Foppa

«Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.» (Col 3, 15)
Y de postre, gratitud
Es un privilegio poder descansar (sí, es un derecho, pero como tantos otros, no siempre al alcance de todos). Y es una suerte tener una vida que, con sus altos y bajos, me va poniendo en contacto con gentes, con mundos, con historias (también la mía propia). Por eso, el verano puede ser tiempo para una mirada agradecida al curso que se va. A lo bueno, que en estos meses ha sido fuente de alegría. A lo difícil, que ha podido ser escuela. A las gentes, las palabras, los momentos. Los retos. A Dios, por la oportunidad de vivir, elegir, caer y levantarme, aprender, amar, construir, imaginar, sentir, pensar, creer… Gracias.
Puedo dedicar algún rato a hacerme consciente de este curso que se va.
Y a darle gracias a Dios por él.
La poesía es como el pan
Yo como tú,
amo el amor,
la vida,
el dulce encanto de las cosas
el paisaje celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.
Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.
Roque Dalton