Jesús
«¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¿Cómo hablarte? ¿Dónde vives? ¿Cómo me hablas? Mil cuestiones se atropellan en mi mente cuando trato de acercarme a ti. De ti me han hablado mil voces. Te he visto en cuadros, carteles, imágenes, películas; he oído cómo se te describe en canciones y poemas, y al final siempre que creo empezar a entenderte me sigues sorprendiendo».
Jesús es como esa imagen impresionista, de la que aprendemos a ver formas, colores, trazos que nos inspiran y evocan una figura que nunca terminamos de percibir en toda su riqueza. Y, sin embargo, esos mismos colores, esa forma intuida, ese perfil indefinido está lleno de fuerza. Inspira, sugiere, invita, llama, provoca, reta, acoge, cura, ilusiona, asusta, sorprende, emociona, limpia. ¿Quién eres, Jesús? ¿Dónde estás?
«La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria» (Jn 1)
Jesús, un Dios, un hombre
Qué lejos está tu imagen de un Dios grandioso, elevado sobre los 'mortales'. Qué sorpresa se esconde en un Dios qué tiene un pesebre por cuna. Qué extrañeza, un Dios cubierto del polvo y la tierra caliente de los caminos. Qué humano, un Dios que llora, conmovido por la suerte de sus amigos; qué lejos de la imagen impasible estás cuando dudas y tienes miedo. Y, sin embargo, qué cerca del Padre te vemos cuando a pesar de todo confías y revelas una capacidad para estar en su presencia.
- En nuestro mundo hay demasiados personajes 'endiosados' de una u otra forma. Gente que actúa como si estuviera por encima de los demás. Gente que parece vivir siempre delante de focos, esperando aplausos, halagos, adoración… En ese contexto me resulta más extraño un Dios a pie descalzo. Desde ahí pido la gracia de entender el significado profundo de un Dios hecho humano.
- Dicen que Jesús revela el rostro humano de Dios. Dicen que Jesús revela el verdadero modo de ser humano. Cierto es que hay muchos modos de ser humano, y que ha habido hombres y mujeres a lo largo de la historia capaces de las mejores acciones, y también de las más atroces barbaries. ¿Hay, entonces, una forma 'buena' de ser humano? ¿hay un horizonte posible? Ojalá aprenda yo de esa humanidad revelada en Jesús.
Cuesta tanto convertirse en un ser humano completo, que hay muy pocos que tienen la lucidez y el coraje para pagar un precio tan elevado.
Tienes que abandonar la búsqueda de la seguridad y abrazar, con ambos brazos, el riesgo de la vida.
Tienes que abrazar el mundo como si fueras su amante. Tienes que aceptar el dolor como condición de la existencia.
Tienes que pagar el precio de la duda y la oscuridad para llegar al conocimiento.
Tienes que armarte de firmeza en el conflicto, pero, al mismo tiempo, estar preparado para aceptar cualquier consecuencia de la vida o la muerte.
(Morris West)
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado... y al fin sintió hambre.» (Mt 4, 1-2)
Jesús, un buscador
Hay quien piensa que Jesús siempre lo tendría todo claro. Que sabría desde su mismo nacimiento todo lo que iba a pasarle. Yo supongo que eso no es así. ¿Qué hombre verdadero sería ese que controla el futuro? ¿Qué humanidad plena esa que tiene el destino cerrado? Jesús posiblemente tuvo que ir descubriendo su misión, su ser Hijo de Dios, su destino abierto. Tuvo que tomar decisiones, que optar. Y dudaría, claro que sí; ¿Estaré haciendo aquello que tengo que hacer? ¿Será mi destino ser Rey de los Judíos? ¿Debo liderar un movimiento contra Roma? ¿Se solucionan las cosas cambiando piedras por pan? ¿Debo conseguir poder? ¿No es el fracaso una alternativa un poco extraña?
- Aprender de las dudas de Jesús. No es más humano quien sólo tiene certezas. No es más humano quien nunca tiembla. En la esencia del ser humano está el optar, el buscar, el no saber y, sin embargo, arriesgar. Pedir a Dios coraje en mi vida.
- Háblale a Dios de tus propias dudas. Sin buscar respuestas rápidas. Puedes dudar en cuestiones de estudios, de trabajo, de presente, de futuro… Puedes dudar sobre cómo vivir determinadas relaciones, sobre qué opciones tomar en tu vida, sobre si debes hablar o callar, sobre… No te asustes de dudar. Pero no renuncies a las búsquedas. Piensa en este Dios que se sorprende.
Buscar
Somos aquello que somos:
un conjunto de corazones heroicos,
a los que el tiempo y las circunstancias hacen débiles,
pero con fuerza de voluntad para luchar,
para buscar, para encontrar
y para no rendirnos jamás.
(Tennyson)
«Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: 'Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto'. Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: '¿Dónde lo habéis puesto?'. Le respondieron: 'Señor, ven y lo verás'. Jesús lloró.» (Jn 11, 32-35)
Jesús, un amigo
Entre un Dios lejano, sereno, impasible, intocable, y un Dios que siente, llora, ríe, sufre y quiere… sinceramente creo más en el segundo. Jesús revela emociones profundas, y eso se ve de un modo muy claro en su relación con la gente. A veces le vemos indignado o herido. Otras veces, en cambio, lo descubrimos riendo, a gusto, rodeado de los suyos. Percibimos confianza en sus relaciones con la familia de Lázaro; ternura cuando Juan recuesta su cabeza en el pecho de Jesús, en una cena de amigos; amistad ofrecida a unos y otros.
- Pedir a Dios aprender a vivir la amistad como Jesús: de un modo al tiempo profundo y libre; entregado pero sin cadenas.
- Pedir a Dios aprender a dirigirme a Él como a un amigo. Sabiendo que es una amistad distinta, tal vez extraña, no siempre fácil y en ocasiones muy silenciosa. Y, sin embargo, real.
- Tal vez desde el intento de imaginar a Jesús en su relación con los suyos pueda tratar de aprender a vivir mis propias relaciones con otros; para ganar en libertad, en gratuidad, en confianza, en alegría, en espontaneidad.
El clamor
Alguna vez, andando por la vida,
por piedad, por amor,
como se da una fuente, sin reservas,
yo di mi corazón.
Y dije al que pasaba, sin malicia,
y quizá con fervor:
–Obedezco a la ley que nos gobierna:
He dado el corazón.
Y tan pronto lo dije, como un eco
ya se corrió la voz:
–Ved la mala mujer esa que pasa:
Ha dado el corazón.
De boca en boca, sobre los tejados,
rodaba este clamor:
–¡Echadle piedras, eh, sobre la cara;
ha dado el corazón!
Ya está sangrando, sí, la cara mía,
pero no de rubor,
que me vuelvo a los hombres y repito:
¡He dado el corazón!
(Alfonsina Storni)