Fíjate en el contraste. Una propuesta rotunda, por real. Las manos de los niños no deberían dedicarse a coser balones, ni a pegar suelas, ni a amasar ladrillos, ni a cargar piedras, ni a… Las manos de los niños deberían aprender a escribir, a jugar, a acariciar con las mismas caricias recibidas. Pero la realidad es que son millones y millones de niños y niñas los que trabajan en nuestro mundo, en muchas ocasiones en situaciones de explotación y miseria. No es justo. No es legal. Y a veces aquí (en los «aquí» acomodados del mundo), nos empeñamos en hacer problema de verdaderas bobadas. 

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