Dice un famoso verso de Ramón Campoamor: «En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira». Ya imagino a los ofendidos quejándose del «nada es verdad ni mentira» para hacer un alegato contra el relativismo de la frase. Maticemos, pues. En este mundo traidor hay alguna verdad. Y hay muchas mentiras, sin duda. Pero también hay muchos sesgos y equívocos. Y es que el objetivo del poeta no es hacer un discurso sobre los límites del conocimiento ni sobre la epistemología científica. Es señalar, con la belleza de las palabras, que todos ponemos filtros para mirar la realidad. Y eso hace que, en función de dichos filtros, la llenemos de innumerables matices.

Nuestros filtros se van poniendo a través de la educación recibida, de la cultura en la que nos hemos criado, la religión que profesamos (o no), nuestras propias experiencias, que cargan la mirada de percepciones y aprendizajes, o de nuestro carácter y nuestra psicología, que nos lleva a interpretar palabras, miradas y gestos con determinadas claves. Claro que todo eso condiciona. Y de ahí que muchas afirmaciones con pretensión de universalidad y validez científica se estrellen con la barrera de lo subjetivo y de lo humano.

Como digo, esto no sería un problema si fuéramos conscientes de ello. El problema empieza cuando hay gente que solo detecta los filtros en las miradas ajenas. Entonces, todo lo que uno mismo ve, percibe e interpreta, se da por absolutamente cierto. Mientras que lo que otros señalan está distorsionado por sus prejuicios. Esto es especialmente evidente en el ámbito de la política. En otras ocasiones he hablado de los dobles raseros. Esto de los filtros de ahora es una vuelta de tuerca a esa idea.

Si yo sé que una afirmación viene de alguien a quien no soporto, estoy predispuesto a considerarlo erróneo. Si tengo afinidad contigo, estaré más dispuesto a escuchar tus argumentos a favor de una cuestión. Si mi fe condiciona la manera en que interpreto la realidad, es importante que sea consciente de ello. De otro modo será imposible el diálogo sobre algunos aspectos de la vida común con quien no comparte mi mirada. ¿Es esto decir que todo es verdad –o mentira–? No. Pero sí es decir que todos ponemos nuestro filtro, y al menos debemos conocerlo. Filtros ideológicos, religiosos, afectivos, psicológicos… Filtros que pueden ser muy valiosos y necesarios. Incluso pueden ser un apoyo en nuestra búsqueda de la verdad.

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