Amén

Si empezábamos con el verbo creer, ahora terminamos con el verbo desear. Amén es una palabra que repetimos a menudo, pero olvidamos que conserva la fuerza del que quiere que algo se haga realidad. Se completa la necesidad de las personas de creer, porque sabemos que es difícil y no depende todo de nosotros. Es volver a reconocer que somos limitados y que por nuestra parte queremos que se haga realidad, aunque no sepamos muy bien cómo y se nos escape un poco todo. Es la frágil intuición del débil, del que sabe que no puede con todo, incluso a veces estaremos tan mal que sentiremos que este deseo es lo único que nos sostiene vitalmente.

En el Credo están los puntos esenciales de la fe, lo cual no significa que tengamos que saber de memoria todo lo que conlleva, porque en la fe la razón es tan necesaria como importante, pero no lo es todo. Al final la fe pasa por una opción del corazón –como todo lo importante en la vida– que tiene que dejar la razón a un lado y caminar sola hacia adelante. No es saberlo todo, es decir que a pesar de las dudas –necesarias en la fe– uno está dispuesto a seguir creyendo, aún asumiendo ciertas –o muchas– dosis de locura.

'Amén' es una respuesta vocal, pero también es una respuesta existencial. El Credo no es una serie de palabras y tratados teológicos, es el fruto de una experiencia de Iglesia y de una búsqueda de Dios desde el principio de los tiempos, que nos une a todos los cristianos que nos han precedido a lo largo de la Historia. Amén implica seguir queriendo participar del proyecto de Jesús, a pesar de nuestra fragilidad y limitación, llevando la llama de la fe y la alegría de su Buena Noticia.

'Amén' quiere decir: «así sea». Implica deseos de deseos, e intentar hacer realidad lo que afirmamos desde la fe. Creer y desear son dos verbos que muestran que el ser humano es finito y que le falta algo, ojalá ese vacío lo sepamos llenar desde Dios.