Estos días de Navidad donde hay tantas celebraciones familiares, sale en muchas conversaciones el tema de cómo organizar las distintas cenas, comidas, etc. Y así, surgen a veces pequeñas rencillas sobre quién cocina, quién compra, etc. 

Esta situación de repartir tareas entre todos parece algo muy normal y sensato a simple vista,  pero tengo la sensación, de que a veces esconden una actitud poco evangélica. Pueden caer en una «justicia ficticia» que busca que todo sea super justo y super organizado. No acaban de entender que la entrega y el servicio son dones que nos liberan de la mediocridad de medirnos y compararnos con nadie, porque nacen de la llamada del mismo Jesús de Nazaret de dar la vida por los demás. 

Entrar en las dinámicas de la comparación con los demás (de lo que hacen o no hacen, de lo que se esfuerzan o no, de lo que se implican o no), puede llevar a descentrarnos de que darnos a los demás, nace de sentir que Jesús se entregó hasta el extremo por nosotros y nos invita a vivir desde esta actitud.

Cuando pienso en todas los ejemplos de personas entregadas a los demás que me he encontrado en mi vida, me doy cuenta de que nunca les he escuchado compararse con nadie, o estar pendientes de si los demás hacían o no, porque sentían que entregarse es el camino. En mi vida, y seguro que en la vuestra, si no hubiera habido personas que nos dieron y apoyaron sin límites y sin condiciones no hubiéramos sido lo que somos.

Por eso, tanto para estas celebraciones familiares, como para cualquier dimensión de la vida (amistad, laboral, deportiva, etc.) te invito a centrarte en descubrir a lo que estas llamado a ser. Trata de ser fiel a lo que crees que tienes que vivir. Escucha la llamada de Dios. Porque solo siendo coherente con lo que estas llamado a ser, sentirás una plenitud que está por encima de lo que hagan o digan los demás. 

Que no nos engañen los discursos que encierran «justicias ficticias» que nos convierten en lo que no somos. Solamente siendo fieles a lo que estamos llamados a ser encontraremos la verdadera plenitud de nuestra vida, y esa no es otra, que vivir por y para los demás al estilo de Jesús de Nazaret. 

¡Adelante!

Te puede interesar