Hace ya unos cuantos años, el entonces papa Benedicto XVI les decía a los jóvenes: «Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos…»
En estos tiempos en los que, al menos en Occidente, la intemperie ambiental provocada por la secularización va erosionando la fe y genera un fuerte desgaste, necesitamos resguardarnos, reponer fuerzas, compartir la fe, alimentarla con la ayuda de otros…Es necesario, me atrevería a decir imprescindible, contar con un ecosistema favorable para seguir a Jesús; pero tenemos que discernir para evitar el riesgo, no pequeño, de vivir la fe en una especie de burbuja aislada del mundo real.
La secularización está provocando un cambio notable en los jóvenes que, en la actualidad, se declaran católicos practicantes. Se saben minoría, pero eso no les genera mayor problema. En comparación con jóvenes de generaciones anteriores, tienen menos prejuicios a la hora de declararse públicamente creyentes, son mucho más explícitos al hablar de Dios, se toman más en serio el cuidado de su fe y hacen especial énfasis en la importancia de vivir la fe con la ayuda de otros jóvenes, en grupos, comunidades, movimientos…
Esto, que, en principio, es positivo, comporta un cierto riesgo. Es habitual una cierta homogeneización: los miembros del grupo o comunidad cristiana son bastante parecidos entre sí, tienen un nivel social, económico y educativo y cultural similar; no es infrecuente que coincidan en su ideología política y, sobre todo, su forma de creer y practicar la fe tiende a la uniformidad.
Y así, sin querer surgen así dos retos. Por un lado, salir de la burbuja para llevar la alegría del Evangelio al mundo real -aunque fuera del calor del pequeño grupo haga mucho frío-. Y por otro, se les presenta el reto de acoger al que no es como uno mismo y sus amigos, al que viene de otro entorno, o ha tenido otro recorrido cristiano, o, a la hora de seguir a Jesús tiene sus propios acentos.
Que no dejemos de ser Iglesia en salida.