El capítulo siete es uno de los capítulos más bellos de Fratelli Tutti, la última encíclica del Papa Francisco. En dicho apartado dedicado a los caminos de reconciliación el Papa nos hace una muy atractiva invitación, vigente para todo tiempo, a ser «artesanos de la paz». Artesanos creativos, con ingenio y audacia, capaces de poner todo nuestro ser y quehacer en buscar caminos de unidad, reencuentro y de reconciliación. Un artesano suele ser una persona de fina sensibilidad, capaz de imaginar y proyectar la belleza desde la simplicidad y la sencillez. Un artesano tiene la gracia y el talento para transformar la realidad en una auténtica experiencia estética. Es capaz de encontrar hermosura hasta en las tonalidades más grises de la vida. Un artesano es, sobre todo, paciente para detenerse en los detalles. Tiene una mirada contemplativa y los sentidos bien despiertos para matizar, contrastar, pulir, detallar, limpiar, corregir y, muchas veces, rehacer sin desesperarse.

Las relaciones humanas no son perfectas, son frágiles. Por más buena disposición que tengamos, más de alguna vez surgen conflictos, diferencias y malentendidos entre nosotros. Frecuentemente a ese artesano se le rompe el hilo con el que tan delicada y sutilmente estaba intentando tejer una relación. Otras veces, simplemente se enredan los hilos y se hacen nudos muy difíciles de desenmarañar; la tentación, movida por nuestra desesperación y deseos de inmediatez, es cortar de tajo todo el hilo, pero no. El artesano es paciente para esperar inclusive años y desenredar para volver a empezar, una vez más, a hilar muy fino y con mayor cuidado. El artesano sabe muy bien que la paciencia es un ejercicio amargo, pero confía en que es un buen camino porque ya ha probado sus dulces frutos de paz.

En este itinerario de tejer relaciones, las rupturas son casi inevitables porque el conflicto suele estar a la orden del día, pero una tarea importante del artesano de la paz es soportar el conflicto, más por amor que por dolor; porque confía en que, aunque la aguja pinche nuestros dedos y duela, al final quedará una exquisita obra de arte capaz de comunicar verdad, bondad y belleza. La paz nunca ha sido la ausencia de conflictos sino la capacidad de encontrarnos y crear comunidad aún en medio de las diferencias. La paz no es sinónimo de hipocresía pacifista. Tampoco es hija de un detallado manual de buenos modales para soportarnos mutuamente porque no nos queda de otra. La paz es ante todo verdad, y la verdad muchas veces supone diferencias, convergencias y divergencias. Silencios. Distancias. Perdones. Reconciliaciones. Ser artesano de la paz es creer en la comunión y comprometerse en construir comunidad; una comunidad unida en la diversidad, sin confusión y sin división.

 

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