Fenómenos mediáticos como Rosalía o tradiciones populares como el Camino de Santiago tienen cierta resonancia espiritual en la actualidad. Sin embargo, ¿refleja esto un auténtico “resurgir de la fe” o más bien una confusión entre peregrinación y paseo; entre buscar y errar?
Las películas Wild (2017) y Lion (2016) son buenas metáforas de ello. Ambas historias, basadas en hechos reales, muestran a sus protagonistas literalmente perdidos, víctimas de un deambular errático y doloroso. El “vagar” de Cheryl por más de 1000 km (con múltiples fracasos personales) y de Saroo (un niño de la India que termina en Australia) representa esa búsqueda sin brújula y marcada por el trauma, que es donde muchos jóvenes se encuentran: alejados de tradiciones, habitando un mundo fragmentado y a menudo desencantado. No parecen en camino, sino en extravío.
Lo interesante es el giro crucial en ambas narrativas hacia la “peregrinación”. No es que el dolor desaparezca, sino que emerge un propósito: la reconciliación con el pasado y la búsqueda activa de un origen o un sentido. Paralelamente, el “resurgir de la fe” puede ser, en algunas ocasiones, un “vagar” con apariencia espiritual en técnicas que alimentan el ego sin poner en éxodo, en estéticas de lo sagrado vaciadas de contenido o en religiosidades difusas y a la carta.
No obstante, antes que condenar ese “vagar”, se trataría de ver allí síntomas de una ausencia o malestar que impulsa las búsquedas… de ver cómo acompañar ese “simple deambular” hacia una auténtica peregrinación cargada de fe, esperanza y amor; abierta a la posibilidad de ser encontrado por un Otro, ya sea en el camino o en el destino. El verdadero resurgir no se mide entonces en la chispa de las tendencias, sino en el fuego duradero que alumbra hacia la meta.
