A veces da miedo usar demasiado esa palabra. Porque es palabra poderosa y llena de significado y fuerza. Evoca casa, caricia, encuentro, delicadeza, amor. Responde a incertidumbres, disipa soledades, expresa afectos. Por eso es mejor no gastarla. Quizás sea mejor no pronunciarla demasiado, aunque, eso sí, vivirla siempre que se pueda. No reducirla a un puro gesto, sino cargarla con toda la fuerza que tiene. La fuerza de las entrañas que se estremecen y vibran con las historias compartidas, con las heridas del prójimo que espera sanación, con el abrazo que es refugio y llegada.

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Ternura de Dios
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«Ahora, así dice Yahveh tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel. «No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío… eres precioso a mis ojos, eres estimado. Yo te amo» (Is 43,1.4)

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Dios ha de mirarnos con ternura. Con la pasión de quien nos sabe frágiles, de quien ama lo que somos y al tiempo sabe que podemos rompernos en muchas circunstancias. Con la distancia de quien, estando cerca como nadie, al tiempo sabe que necesitamos nuestro espacio, nuestra autonomía, nuestra libertad. Con la preocupación de quien sufre con nuestras heridas, y con la fidelidad de quien no se aleja.
¿Cómo, si no, serías Dios? Un Dios misericordioso… Un Dios padre, madre, alfarero, viñador paciente. Tú sabes ver el fruto antes de que surja, y a tu manera, sonríes y anhelas al adivinar las posibilidades en nosotros.

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¿Alguna vez he experimentado esa mirada tierna de Dios?
¿Puedo intentar imaginar cómo me mira? ¿Qué ve? ¿Cómo cree en mí?

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¿Quién?

 

¿Quién escucha a quién cuando hay silencio?
¿Quién empuja a quién, si uno no anda?
¿Quién recibe más al darse un beso?
¿Quién nos puede dar lo que nos falta?.

 

¿Quién enseña a quién a ser sincero?
¿Quién se acerca a quién nos da la espalda?
¿Quién cuida de aquello que no es nuestro?
¿Quién devuelve a quién la confianza?.
¿Quién libera a quién del sufrimiento?
¿Quién acoge a quién en esta casa?
¿Quién llena de luz cada momento?
¿Quién le da sentido a la Palabra?.

 

¿Quién pinta de azul el Universo?
¿Quién con su paciencia nos abraza?
¿Quién quiere sumarse a lo pequeño?
¿Quién mantiene intacta la Esperanza?.
¿Quién está más próximo a lo eterno:
el que pisa firme o el que no alcanza?
¿Quién se adentra al barrio más incierto
y tiende una mano a sus “crianzas”?.

 

¿Quién elige a quién de compañero?
¿Quién sostiene a quién no tiene nada?
¿Quién se siente unido a lo imperfecto?
¿Quién no necesita de unas alas?.

 

(Luis Guitarra)

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Ternura del ser humano
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«Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 13, 34)

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También yo, nosotros, tenemos un corazón de carne. A veces se endurece un poco. En unas ocasiones es por miedo al dolor. En otras por la propia historia, que nos hace fríos o inseguros. Pero, al final, es de carne, y late, y vibra y se estremece o se enamora y es corazón amante y amigo y hermano y prójimo. Y solo cuando nos dejamos ser así vivimos auténticamente encarnados (palabra que quiere decir con los pies en la tierra, en la hondura de la vida). Y solo así aprendemos a acoger, a acompañar, a estar dispuestos para cuidar a otros, a muchos, ojalá a todos… Y ahí, en la ternura, somos de verdad personas, humanos e imagen tuya, Señor.

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¿Qué personas me hacen experimentar esa tranquilidad, esa acogida, ese ser refugio?
¿Soy yo con mi vida hogar para otros?
¿En qué actitudes se refleja, en mi vida, la ternura?

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Yo no sabría decirte por qué amo

 

Yo no sabría decirte por qué amo
a todos los niños muertos,
a todos los ancianos
y a todos los enfermos.
Puede ser que mi alma sea tan blanda
que me la curve el viento.
Puede ser que yo escuche
la soledad de los que están muriendo.

 

Yo amo simplemente, hermana mía,
como si amar fue mi oficio eterno.
En este mismo instante yo te amo.
Amo tu voz, tu amor, tu pelo,
y sin embargo no sabría decirte
por qué llevo tu rostro
calado entre mis huesos...

 

Yo amo simplemente, hermana mía,
como si amar fuera mi oficio eterno.

 

(Jorge Debravo)

 

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Elogio de la ternura Imagen 1
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Elogio de la ternura Imagen 1
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