«Tu ´Yo te amo´ un día se me apareció/ de ello aún no me he repuesto”» 

Esta frase, contenida en los escritos de Christophe Le Breton, beatificado este 8 de diciembre con otros mártires de Argelia, invita a imaginar ese amor convertido en historia.

Una Palabra y un Rostro impactan en la vida del joven estudiante, en Tours. Años antes de morir, este estudiante, ahora monje en Argelia, aún no se ha repuesto…

La Palabra, «Yo te amo». Lo ha marcado por entero y lo ha empujado a volverse él mismo palabra de amor para el mundo: «diré lo que, llegándome de ti, se escribe en mí». El «Yo te amo» de Jesús se ha escrito en su carne, se ha vuelto carne en el mundo, en Argelia.

Detente un momento, lector, y piensa: ¿No cargamos muchas veces en nuestra carne palabras que nos lastiman? ¿Qué palabras de amor han marcado y sanado –para siempre– tu vida? ¿Qué palabra eres tú para los demás?

La escritura no es para Christophe mera suma de letras; es existencia que se vuelve palabra, es palabra que se vuelve existencia. Christophe reconoce que, al escribir, se escribe, se narra a sí mismo, y al mismo tiempo, responde y se vuelve palabra –te amo– para otros. Pero…

Las palabras están demasiado lejos
las palabras verdaderas
las palabras felices
las buenas palabras
las palabras vivas
y fraternales

no hay más verbo para hacer ir la frase
hacia el silencio más alto
todo se detiene
la escritura no se mantiene más
el texto se desgarra
y deja al cuerpo
desnudo

el corazón pide ver.

Un Rostro, porque al monje no le bastan las palabras; su corazón pide ver, y ser mirado. «¿Me dejo mirar, contemplar: ‘Tú eres mi hijo, Christophe’? En el fondo, la falta de confianza en mí, sobre la cual se apoyan mis miedos y violencias, viene de no estar presente ante esta Mirada que me da a luz: ‘Tú, que quieres mi alegría, mi vida feliz y libre en el Don. Creer que Te complace mirar en mí a Aquel en quien me estoy convirtiendo. Creerle a tus ojos: desnudez de tu ‘Te amo’ que me desnuda».

Una Palabra y un Rostro de amor, aparecieron en su vida, transformándolo todo, transfigurándolo todo, hasta volverlo a él mismo palabra y rostro de amor para el mundo. Todos encontramos palabras y miradas que nos transforman, que no nos dejan igual, que aun nos dan vida o nos apagan. Dejémonos encontrar en este tiempo por las palabras y los rostros de estos beatos mártires, que frente a la violencia y la intolerancia, frente al fanatismo y la ambición, frente al dominio y la agresión, han plantado miradas y voces, firmes y valientes, de ternura, fe y esperanza, concebidas ante una Palabra y una Mirada que los dio a luz ya para siempre, de la muerte –asesinato, martirio– a la Vida.

Soy amado
esta certeza se impone poco a poco
dulcemente
con fuerza
en mí
y me obliga al don
para que el mundo sepa
que es amado
por el Amor.

Santi Obiglio