Me sorprende mucho cómo en medio de un mundo conectado, en el que sabemos casi todo y estamos llenos de información, muchas cosas importantes de nuestro alrededor las intentamos apartar, o incluso tratamos de ocultarlas. Así sucede con las personas mayores, que relegamos a residencias; o con la muerte y el dolor, temas de los que preferimos no hablar, no vaya a ser que cojamos un trauma. También sucede con la prostitución, que todos sabemos que está ahí pero preferimos mirar para otro lado. Recuerdo que cuando era pequeño, alguna vez que iba al Zoo o al parque de atracciones de Madrid, al pasar por la zona de prostitución en la misma Casa de Campo, mis padres me tapaban los ojos para que no viera nada. Demasiadas veces, inconscientemente, ante lo que no te gusta ver, prefieres mirar para otro lado. Imagino que a muchos que me leéis os pasa lo mismo.

Sucede con muchos aspectos de la vida. Preferimos hacer como los avestruces, que entierran sus cabezas en la arena en momentos de peligro, pensando que así pronto pasará. Y lo cierto es que realidad no deja de estar, y aunque tenga un poco de razón eso de «ojos que no ven…», a mí el corazón me dice que es mucho mejor afrontar las situaciones complicadas, porque probablemente serán las que más marquen nuestras vidas y nos hagan crecer. Me dice que los ancianos merecen que el resto de la sociedad les valoremos y cuidemos por todo lo que han hecho; me dice que la muerte es parte de la vida, y que saber y aprender de ella hace que la vida tenga mucho más sentido; me dice que el dolor no es deseable, nadie quiere sufrir, pero que aún en los momentos más dolorosos de la vida, uno puede aprender de esas heridas; y que no podemos condenar a una mujer por ejercer la prostitución, sino que podemos tratar de comprender el sufrimiento o la precariedad que la ha llevado hasta ahí y en todo caso cuestionar una sociedad que utiliza demasiadas veces a las personas como objetos.

El refranero es muy sabio, pero creo que el corazón prefiere utilizar todos los sentidos, para poder ver bien la realidad, para poder entenderla, y para dar otra respuesta, porque callarse o mirar para otro lado es fácil, pero genera más vida mirar y creer que se puede hacer mejor.