Por fin se ha solucionado el culebrón de Iniesta. Hace unos días el jugador firmó un contrato para siempre con el F.C. Barcelona, por lo que toda su carrera deportiva la realizará en el mismo club. Para muchos, esta noticia es una más dentro del mundillo del fútbol, cada vez menos defendible; otros, los culés de toda la vida, estarán encantados al ver a un jugador de la casa terminar sus días como futbolista en su propio club; y a otros, como yo, que no celebramos demasiado los goles del Barça, nos alegra, porque Iniesta, aunque no sea de nuestro equipo, nos cae bien. Porque parece un tipo sencillo, humilde; porque nos dio el primer mundial a España, y porque resulta muy diferente de otras estrellas del fútbol, adoradas más de la cuenta.

Pero hoy, me gustaría destacar el modo en el que firmaban el contrato: para siempre. Creo necesario poner en valor que hay cosas que merecen ser para toda la vida. Cuando uno apuesta en su vida por algo: desde las cosas más sencillas ,como el equipo de fútbol, a otras mucho más profundas como la pareja, el estado de vida, los valores, la religión, los amigos, etc… no es lo mismo hacerlo “para un rato”, o “hasta que me canse”, a una apuesta en la que nos digamos a nosotros mismos que es para toda la vida. Esta última supone afirmar que por encima de nuestros deseos pasajeros, por encima de "lo que me apetece”, hay algo de fondo que nos mueve en una dirección. Siento que esas apuestas son mucho de lo que el mundo necesita. Gente que se compromete, que “quema las naves” y apuesta con su vida, gente que da el resto.

Ojalá que hoy, con el ejemplo de Iniesta, pensemos en cuáles queremos que sean nuestros “para siempre”