Cuando lo vemos en una película de catástrofes, impresiona. La tierra llega al límite de sus posibilidades, y finalmente vencido, el planeta se rinde. El aire se vuelve irrespirable. La basura invade las calles. El agua potable se convierte en el recurso más escaso, provocando guerras. La superficie deja de ser cultivable. Hemos visto muchas versiones de esta historia. La última la entretenida Interstellar. El problema es que sigue pareciéndonos una ficción, aunque en muchos lugares de nuestro mundo los efectos del deterioro medioambiental se van notando. Cambio climático, sostenibilidad o responsabilidad con la creación resultan conceptos ajenos a muchas sensibilidades. Muchos se mueven entre el escepcticismo (no es para tanto) y la indiferencia (no es mi problema). Los científicos tienen muy pocas posibilidades de convencer a la opinión pública por varios motivos: el primero, que lo que pronostican cae fuera del corto plazo. Y desgraciadamente, lo que vaya más allá de unos años parece ajeno a las preocupaciones de pueblos y personas (mal invisible número 1); además, se mezcla la oposición de quienes, de tomarse verdaderas medidas para controlar los excesos, perderían económicamente (mal invisible número 2); hay que contar también con la mala prensa de los ecologistas, a veces identificados con causas locales de diverso pelaje, no siempre igualmente razonables (mal invisible número 3); y está el que, entre los análisis científicos y las propuestas catastróficas a veces infladas en exceso, no sabemos a qué atenernos (mal invisible número 4). Así que sigue, lento pero implacable, el deterioro. Solo que aún no lo vemos si no queremos mirar, porque todavía "pilla lejos".

Estos días se juntan, en Lima, delegados de 195 países en la enésima cumbre sobre el cambio climático. De nuevo se habla, con esperanza, de un posible acuerdo entre China y Estados Unidos para reducir las emisiones contaminantes, preparando un borrador que se convertirá en documento en París el año próximo. ¿Serán capaces? ¿Llegarán a un compromiso real, o tan solo a otro intento frustrado? 

Dicen que la próxima encíclica del Papa Francisco será sobre ecología. Lo mejor de este Papa es que habla clarito y lo entiende todo el mundo. Pues a ver si consigue que los cristianos comprendamos lo mucho que está en juego por este mal "invisible" que, poco a poco, corroe las entrañas de la tierra. Porque si no, sospecho que esta vez sí se podrá aplicar aquello de «entonces será el llanto y el rechinar de dientes». Aunque sean las próximas generaciones. Y, la verdad, asusta.